sábado, 12 de abril de 2008

LA BELLEZA DE LA MONTAÑA


En las entrañas de su rocosa estructura se esconde la verdadera aventura al explorar los habitad de las especies que la mantienen fascinantemente curiosa y delirantemente inquietante.


Ciertamente la “Ciudad de las Acacias” es un destino turístico por excelencia, por su cercanía con la capital y por su clima tropical.


La diversidad de monumentos, parques recreacionales, bares, tabernas y sitios de rumba; además de la libre navegación en lancha por el Río Magdalena hacen de ésta una ciudad predilecta para el buen turista que disfruta no solamnete de la diversión sino también de la naturaleza.


Lugares inhóspitos rodeados por el espeso verde de la montaña aguardan cerca de la cuidad. A un kilómetro de la vía que conduce al Municipio de Nariño se puede disfrutar de una aventura apasionante, extrema y ecológica. “Las cavernas” como se ha denominado éste lugar por su estructura rocosa y sus oscuros pasadizos habitados por murciélagos, arañas, tarántulas y hasta serpientes, es sin duda sitio estratégicamente diseñado por la naturaleza para ser explorado por el hombre. El buen visitante debe conocer y disfrutar de estas tierras. Una experiencia inolvidable y diferente de divertirse y aprender.



Aunque poco reconocidas y exploradas por los turistas, debido a la imagen que se ha creado en torno a la montaña, este es sin lugar a dudas un magnífico destino. Alrededor de su historia se han tejido ideas de alta peligrosidad que cohíbe al visitante de la internarse en sus entrañas; aún así, y a pesar de que es innegable que ésta por su estructura, lejanía y soledad puede ser una estupenda guarida para los malhechores, también es indiscutible su excelsa belleza y paz.


La idea de que el sitio este permanente invadido por personas “poco agradables” es vana; también los integrantes de la defensa civil, algunos boy-scauts y por supuesto los amantes de la ecología prefieren este lugar antes que cualquier otro destino turístico.



Las enormes piedras talladas dispersas por el recorrido, luego de la entrada a la primera caverna, sirven para el descanso y la contemplación del paisaje; los hoyuelos formados a lado y lado de la montaña por los animales que hospedan allí hacen del r ecorrido una exploración e insp ección constante que deja al descubierto las especies y su forma de vida.








La afluente de agua que emana desde la cima de la montañaademás de abastecer a las dos fincas aledañas sirve de fuente de descanso, baño y hasta es buena para calmar la sed de los cuerpos cansados que recorren sus entrañas. El agua es pura, cristalina y helada; los pequeños renacuajos y los pececillos se encargan de limpiarla y mantenerla purificada y salubre.


El chillar constante de las chicharras y el zumbido de los zancudos irrumpe con el fuerte soplar del viento que se asemeja al chocar de las olas del mar. Hojas con tejidos extrañas y frutos regados por el camino; además de loros sobrevolando el lugar el lugar, una que otra ardilla y centenares de hormigas llevando la carga a la colina hacen de las cavernas una verdadera aventura ecológica.


La escalada de las piedras gigantes y resbaladizas, los pasadizos oscuros, las subidas y bajadas por terrenos pedregosos, el cruce por los charcos, el trepar de los árboles y subir a la montaña, a la segunda caverna, sujetados a través de una cuerda suspendida desde el filo de una piedra a lo alto, dejan la evidencia de lo extremo, interesante y riesgoso que es penetrar en el sitio.


No cabe duda de que aquellos que se han ensañado con la montaña no tienen idea de lo que es tirarse sobre dos rocas gigantes llenas de agua y observar el verde amarillezco de la copa de los árboles, mientras el ruidoso moverse de las hojas invade el lugar como ecos recurrentes que vienen y van.


Si visitas “la ciudad de las acacias” no te puedes privar del privilegio de conocer, recorrer, inspeccionar y explorar este lugar. Esta sin duda una aventura que lo incluye todo: fauna, flora, ambiente fresco, alimentos, bebidas y hasta piscinas naturales.


Es un lugar extraordinariamente relajante, tranquilo e irrumpido por el chillar constante de de las chicharras; está invadido por la maleza; sin embargo es encantador y retador para el verdadero explorador que sabe apreciar la belleza natural de las cosas. No apto para quisquillosos, temerosos y quejambrosos. Importante llevar consigo machete, cachucha, linterna y botas o por lo menos zapatos cerrados y aptos para sitios pantanosos y de terreno pedregoso y resbaladizo.













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